viernes, 24 de octubre de 2014

Mari Petralin y el arriero

Un arriero de la Sakana navarra solía ir a Ataún a vender sal; ambulaba ir de puerta en puerta vendiendo sal. En una ocasión se le alargaron las ventas en Ataún, y cuando emprendió el viaje de vuelta oscureció antes de que llegara al bosque y decidió quedarse en la zona de Berrenoa para no tener que andar de noche. Paró en el descampado denominado Dantzaleku asta que amaneciera. Le resultaba conocido este lugar porque era costumbre, en los pueblos del entorno, ir de romería a esta campa después de la misa celebrada en la ermita el día de San Pedro. Ató al mulo en un haya y el se subió a otra haya para acomodarse, se ve que temía las fieras del bosque o a algún bandido que pudiese estar por la zona, ya que por la calzada de Berrenoa transitaban muy a menudo. Tal cómo dice el dicho popular -“a las doce de la noche el canto del gallo, cerca andará alguna bruja soberbia”- y mientras se encontraba allí, cerca de las doce de la noche, oyó la conversación de un grupo de personas que se estaban acercando al collado de Berrenoa. Inmediatamente aparecieron un montón de Brujas que empezaron a bailar montando un gran escándalo. Después de un rato apareció Mari Petralin con una amiga y, bajo el haya donde se encontraba el arriero, le empezó a contar: -¿Sabes que la hija del rey esta enferma y a punto de morirse? Nadie sabe porque se encuentra así, pero es porque el pasado domingo cuando estaba en misa y le ofrecieron el pan bendito se le cayó un trozo y la chica lo escondió en el borde de la lapida que estaba bajo sus pies; ahora lo tiene un sapo en la garganta sin poder tragarlo. Si al sapo le quitan el trozo de pan, lo limpian en tal fuente y y se lo hacen comer a la enferma se curará enseguida. Al instante el gallo cantó y las brujas se marcharon rápidamente. El Arriero pasó la noche en silencio y vigilando, acordándose muy bien de lo que les había oído a las brujas. Al amanecer bajó del haya, cogió al mulo y se bajó al pueblo; También acudió a donde el rey y le contó lo que hoyo en la zona de Berrenoa, y tras hacer lo que tenía que hacer, se le curó la hija. Como contra prestación al favor, el rey le colmó de riquezas al arriero. El hermano del arriero, tras escuchar la historia, decidió hacerse arriero. Un día que pasaba por el prado de Berrenoa decidió quedarse a pasar la noche, escondió el mulo y se subió a un haya. A medianoche volvieron a aparecer las brujas, y Mari Petralin también estaba allí: -¿Sabes que se ha curado la hija del rey? -Nooo.... A ver si alguien nos está vigilando. -Es posible, miremos por la zona por si acaso. Enseguida encontraron el mulo, y al arriero subido en el haya; lo bajaron y, atado al mulo, lo anduvieron arrastrando de zarza en zarza. Menos mal que tras cantar el gallo las brujas tuvieron que marcharse, porque si no quien sabe si el hermano del harriero hubiera salido vivo de esta. Al amanecer, herido y cojeando, cruzó el limite fronterizo y, siguiendo la calzada que va hacia la ermita de San Pedro, volvió a su casa en la Sakana sin ganas de seguir en aquel oficio.

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