lunes, 25 de abril de 2016

La Leyende de la LAMIAKO MASKARADA



En Lamiako, barrio de Lejona, Bizkaia, se originó esta bonita leyenda que es representada el último viernes de Mayo, ya que es el día en que las sorginak se juntan en los Akelarres, y Sugaar, marido de Mari, acude a la guarida de esta para peinarla.

La maskarada, parte del caserío de Gaztelubide y llega hasta la escultura de la lamia, una cadeneta, encabezada por Maiatza y compuesta por la gente del pueblo, gigantes y la fanfarria, recorre el pueblo anunciando el comienzo de la Maskarada.
Mari y Sugaar van recogiendo a los otros personajes para invitarles a la fiesta que se celebrará durante la noche. Mientras, Prudentzia aparece vagando y preguntando por su hijo. Todos los personajes se interrelacionan ayudando a crear un ambiente festivo. En este momento, la leyenda de Prudentzia cobra vida reencarnada en el singular canto de lamia.
Una de las explicaciones o relatos mas claro de esta leyenda, está desarrollada en el libro “El canto de la lamia” de Antonio Trueba.
Esta historia se sitúa alrededor de principios del siglo XIX, y fue la causa de que esta zona de marismas se llamase así.

Cuentan que Prudentzia, ya anciana, enviudó mientras gestaba un embarazo incipiente.
Nació Iñaki, lo crió amorosamente. Pero cuando éste creció, se hizo cargo de las posesiones familiares, vendiendo todas las heredades, y se embarcó para conocer el mundo.
Prudentzia, sintió que el corazón se le rompía. Tal era la tristeza que invadía su vida. A partir de ese día, pasaba todo el tiempo mirando la desembocadura del Ibaizabal, esperando ver arribar al barco de su amado hijo.
Pero pasó que una tarde, encontrándose en Bérriz, pudo ver un barco en el horizonte, por lo que esperanzada, bajó a la gran carrera a las Junqueras de Ondiz, pero al acercarse notó que no se trataba de la embarcación de Iñaki, por lo que fue tan grande su desconsuelo, que al regresar a su casa, le falló el corazón, muriendo en esas mismas Junqueras. En ese momento, las lamiak se compadecieron de Prudentzia, y cantaron dulcemente, logrando que la acongojada madre se convirtiese en una de ellas.
Desde entonces, este canto se puede oír siempre que un hijo de la región abandona las montañas.
Desde aquel entonces a las junqueras de Ondiz se les llama con el nombre de Lamiako Hondartza (Playa de Lamias, en euskera) y de ahí el nombre del pueblo de Lamiako.