jueves, 6 de octubre de 2022
La paloma de Arraba
Cuenta la leyenda que, años atrás, había un joven pastor en Arrab amuy
aficionado a la caza de palomas. Era natural de Markina (Zuia). En una
ocasión, salió a cazar con su arco. Vio una gran paloma blanca, preparó
su arma y disparó, cayendo el pajaro abatido. Pero la paloma no estaba
muerta, sino simplemente herida en una de sus alas y cuando la tomó
entre sus manos se percatró de de la herida no salía sangre. El joven
tuvo lastima de ella y en vez de sacrificarla decidió curarla. la tuvo
un tiempo en su chabola mientras se recuperaba de la herida del ala y,
cuando la paloma estuvo lista para volar de nuevo el pastor la soltó. La
paloma sobrevoló unos instantes el refugio pastoril y, para sorpresa
del pastor, la paloma volvió posándose en su hombro. desde este momento
los dos formaron un vinculo especial. El pastor la alimentaba todos los
días y la paloma sobrebolaba el refugio como si lo estubiese protegiendo
desde las alturas. Un día el joven pastor tuvo que ir a buscar unas
cabras por el entorno de Arraba, dejando a su padre en el refugio. Pasó
por ahí un cazador que se quejaba de haber perdido su señuelo para la
caza de palomas y, al ver la paloma blanca, se la pidió al padre del
pastor. Este en un principio se nego pero, vista la insistencia y la
compensación económica, al final accedió con la condición de que tenía
que devolverla e esa misma jornada. El hombre se fue a cazar al Paso de
la Peña de Lekanda, no muy lejos de donde el pator andaba buscando a las
cabras. Tan cerca aestaban que la paloma no tardó en divisarlo.
Mientras el pastor seguía a sus cabras perdió el equilibrio en uno de
los saltos y se despeñó. L ainmovilidad de su cuerpo era clara muestra
de lo trágico del suceso. La paloma, al ver lo sucedido quedó abrumada
por la desolación. Sin su joven pastor ya no merecía la pena vivir.
Justo en ese momento apareció un azor por los aires dirigiendose hacia
la palomo para darle caza. En otro momento la paloma hubiese intentado
huir, pero lo que acababa de suceder la habia dejado paralizada y el
azor no tardó en alcanzarla. El cazador tuvo que regresar sin la paloma y
el padre, al verle llegar sin la paloma, se temió lo peror. No tardó en
relacionar la pérdida de la paloma con la ausencia de su hijo, que
estaba tardando mucho en regresar y salió en su busca angustiado. Al
cabo de mucho tiempo encontró a su hijo y a la paloma muertos en un
barranco, unidos por el trágico destino. Cuentan que enterraron a los
dos juntos y que el padre, a raíz de este suceso, se volvió loco
regresando una y otra vez al lugar del suceso lamentándose por la muerte
de su vástago, hasta que un día el padre desapareció para siempre. Hay
quien afirma que en las noches de invierno puede oirse los gemidos de
este hombre, y quienes dicen que esa paloma en realidad era una sorgina.
Como testimoni de esta historia quedaron unas motas rojas en la peña de
Lekanda, en la cara que mira hacia Arraba. Son las gotas de sangre de
la sorgina enamorada.
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