martes, 23 de diciembre de 2014

Olentzero y Mari Domingi

Se dice que Mari, en uno de sus viajes desde Amboto hasta el Txindoki rodeada de sus fieles compañeros los Galtzagorris, notaron un extraño movimiento en el bosque. Se acercaron a ver que ocurría y vieron a un bebé que había sido abandonado a su suerte en plena maleza. Mari se compareció del bebé y mando a los Galtzagorris dejarlo en la puerta de un baserri, sabiendo que sus ocupantes se encargarían del pequeño y lo cuidarían muy bien-
Cada cierto tiempo se acercaba al baserri para comprobar como trataban al niño. Este creció fuerte y sano y le pusieron de nombre Olentzero.
Con los años se hizo un hombre y sus padres adoptivos, ya ancianos, murieron dejándolo solo. Conoció también a Mari Domingi, con la cual se casó.
Olentzero continuó con la profesión de carbonero y, llevando un día carbón al pueblo, vio que había una casa de niños huérfanos y se apiadó de ellos.
Cuando regresó a su casa se puso a construir, con la ayuda de Mari Domingi, juguetes y golosinas para todos esos niños del orfanato, y así llevarles un poco de alegría.
En una de las ocasiones en las que le llevaba los juguetes y las golosinas vio como una enorme columna de humo salía de las ventanas del edificio. Sin pensárselo ni un solo segundo se metió dentro y sacó a todos los niños; eran muchos, y cuando por fin consiguió sacar al último, se derrumbo desfallecido sobre el suelo, su corazón no pudo soportar tanto esfuerzo. Fue entonces cuando los vecinos del pueblo vieron una resplandeciente luz dentro del edificio; era Mari, que se acerco asta donde estaba Olentzero y lo revivió diciéndole:
 
   "Por tu enorme generosidad y valentía, tu nunca morirás, y seguirás trayendo alegría a todos los niños. Tu nombre, Olentzero, será siempre sinónimo de bondad."

 Tonto Olentzero como Mari Domingi agradecieron a Mari que le salvara, y desde entonces se celebra la fiesta en su nombre mientras ambos, Olentzero y Mari Domingi, reparten alegría a los niños.


jueves, 18 de diciembre de 2014

Quién es ZENZENGORRI

Otros nombres: Txahalgorri, Txekorgorri, Behigorri, Ahatxegorri, Zezensuzko, Ahatxe...









Según señala J. M. de Barandiaran en su «Diccionario de la mitología vasca», el Zezengorri (literalmente Toro Rojo en vasco) es una de las formas que adoptaban los espíritus subterráneos. Suelen ser los guardianes de ciertas cuevas en la que se dice que existen tesoros ocultos, y también aparecen como anuncio de un mal presagio o solamente para asustar al caminante nocturno. Si alguien entra en la cueva sin permiso, será atacado por el Zenzegorri sin compasión. A veces adopta forma de persona y baja a los pueblos a castigar a los que le han disgustado o injuriado. Zezengorri frecuentemente arroja fuego tanto por sus fosas nasales como de su boca, y de este modo abrasa a sus enemigos. Otras veces se muestra con los cuernos y la cola ardiendo, y por ello reluce al salir de su cueva.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Leyenda de Zenzengirri

Hace mucho tiempo vivía en Orozko un ladrón al que el oficio le iba muy bien. Todos los días conseguía robar algo de bastante valor, y por mucho que l@s vecin@s del pueblo intentaban atraparlo, nunca lo conseguían.

Este ladrón tenía su refugio en una cueva del monte Itzine, en donde guardaba todos los tesoros que iba robando. Ya poseía, entre muchas otras cosas, monedas de oro, collares, anillos, hebillas de brillantes... Tales eran los tesoros que allí guardaba, que aquello parecía la cueva de Alí Baba.

Normalmente, este ladrón tenía que alejarse bastante de Orozko para cometer sus fechorías, pues era bien conocido en la región y en cualquier momento le podían capturar los miqueletes que por ahí patrullaban día y noche con la intención de echarle el guante. Una de las veces que se encontraba lejos de Orozko, el ladrón murió. Nunca nadie supo cual fue la causa de su muerte, pero el caso es que allí donde murió, allí mismo lo enterraron como si de los restos de un animal se tratara.

En cuanto se enteraron en Orozko de la noticia, organizaron una cuadrilla para ir a Itzine a localizar la cueva del ladrón, y así llevarse el tesoro. Estuvieron varios días buscando la cueva sin ningún éxito, asta que ya se dieron por vencidos en la búsqueda.

Un tiempo después llegaron a Orozko unos hombres de Bilbo con un montón de mapas y señalizaciones. Fueron al monte Itzine, y en unas pocas horas encontraron la cueva de Atxulaur. Enseguida se lleno de curios@s los alrededores de la cueva  y, con gran ceremonia, se procedió a entrar en la cueva.

Nada más haber un pie dentro de la cueva se oyó un rugido espantoso parecido al mugido de un toro, pero mucho más espantoso y que helaba la sangre. el hombre retiró el pie inmediatamente.

   -¿Habeís oído eso?- Preguntó a l@s demas.
   -¡Yo sí! ¡yo sí!- Exclamó uno. -¡Es el diablo de la cueva!
   -¡Que diablos ni que ocho cuartos¡- Exclamó otro. -En las cuevas siempre se oyen ruidos extraños, es el viento que se cuela por algún agujero.
   -Si tan seguro estas, ve tú por delante.- Dijo el primero que lo intentó.
   -¡Pues claro que iré! ¡Faltaría más!

El valiente se adentró en la cueva, pero no le dio tiempo ni a contar asta tres cuando se apareció delante de sus narices un toro rojo el doble de grande que lo normal y echando fuego por la nariz. La bestia resoplo y arrastro las pezuñas en el suelo, con clara intención de atacar a ls intrus@s.

Tod@s dieron media vuelta casi al unisono y se fueron hacia el pueblo como alma que lleva el diablo. Una vez en Orozko consultaron con l@s más sabi@s, pero cada un@ respondía con una versión diferente. Para un@s era el diablo sin lugar a dudas, ¡si asta tenía cuernos!; para otr@s se trataba de Mari, la Diosa, ya que se solía aperecer en ocasiones con forma de toro de fuego; l@s más escéptic@s decía que se trataba de un toro normal y corriente que se habría escapado de algún caserío.

Finalmente, la más anciana de todas se pronunció:

   -Ni diablos, ni Mari, ni toro perdido. Es el espíritu del ladrón que ha vuelto a su casa, y necesita sus restos para poder descansar en paz.

Así pues, se organizó una comitiva para ir al lugar donde había muerto el ladrón y regresar con los restos que quedasen de él.

Volvieron a los pocos días y depositaron sus huesos en la entrada de la cueva. Al instante se convirtieron en polvo, y de nuevo de adentraron en la cueva, no sin cierta reticencia al principio. Comprobaron que el Zenzengorri ya no estaba ahí, pero sí el tesoro, intacto y resplandeciente. Fueron sacando todas las cajas y baúles repletos de objetos de gran valor, asta que dentro no quedó ni una moneda de medio céntimo.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Mari y el señor de Bizkaia

Era Don Diego López de Haro, señor de Bizkaia en el siglo XIV, un gran cazador y siempre que podía, salía a cazar algún jabalí o algún otro animal de los que abundaban por Euskal Herria en aquellos tiempos.

Un día que se encontraba de caza, oyó cantar a una mujer en lo alto de una peña. Su voz era tan bella que Don Diego no pudo resistirse a su encanto, y se dirigió hacia la peña para conocer a loa dueña de tan vello canto.

Al verla se quedó atónito, pues jamás había conocido a una mujer tan hermosa. Era alta y esbelta, con unos ojos negros que contrastaban con el rubio dorado de sus cabellos, que caían por debajo de sus rodillas. Llevaba un vestido verde bordado con hilos de oro y una cinta en la frente, también de oro.

Era tal su esplendor, que Don Diego se enamoró locamente de ella.

   -¿Quién eres?- Le pfreguntó.
   -La señora de Amboto- Respondió ella.
   -Puesto que tu eres señora de Amboto y yo señor de Bizkaia, ¿quieres casarte conmigo?

La Dama aceptó, pero le hizo prometer a Don Diego que nunca haría la señal de la cruz en su presencia. Se casaron y tuvieron una hija, Urraka, y y un hijo, Iñigo Guerra.

Pasaron los años y reinaba la felicidad en la casa de Don Diego López de Haro. Pero un día el señor volvió de la caza con un enorme jabalí que había capturado que los encargados de la cocina habían dispuesto con una rica guarnición para la cena. Cuando toda la familia estaba sentada en la mesa, dos de los perros de la casa entraron ladrando, pidiendo parte del banquete. Uno de los perros era un gran Alano bastante fiero, y la otra era una perrita de aguas mucho más pequeña. Don Digo les lanzó una de las patas del jabalí y los dos perros se abalanzaron sobre ella disputándosela. Para sorpresa de tod@s, la pequeña perrita mató al alano y se marchó corriendo arrastrando la pata de jabalí. Don diego no pudo contenerse e hizo la señal de la cruz, al tiempo que exclamaba:

   -¡Dios mío! ¡Jamás había visto algo igual!

 En ese mismo instante, Mari cogió a su hija Urraka de la mano y salieron volando por la ventana . Nunca más se supo de ellas.

Pasaron los años y, durante una guerra contra los castellanos, Don Diego fue hecho prisionero y encerrado en una fortaleza en Toledo. Iñigo Gerra pidió consejo para liberar a su padre, pero nadie sabía el modo de hacerlo, hasta que un anciano de larga barba blanca le dijo:

   -Iñigo, si quieres ayuda, ve a buscar a tu madre. Ella sabrá decirte lo que debes hacer.

Así pues, Iñigo se dirigió hacia el monte Amboto y allí encontró a Mari subida en una peña.

   -Querido hijo- habló Mari. -Ven hacia mi, porque ya se que vienes a preguntarme cómo liberar a tu padre de aquella prisión.

Mari lanzó un grito y apareció un hermoso caballo blanco ensillado.

   -Este es Pardal- Continuó diciendo la Dama. -Te lo doy y con el ganarás batallas, pero nunca debes quitarle la silla, ni darle de comer o de beber. En el mismo día de hoy te llevará a Toledo y os traerá a ti  y a tu padre de vuelta a casa.

Así fue, Iñigo montó en el caballo y, al momento, se encontró en el patio de la fortaleza en la que se encontraba su padre prisionero. Cuando lo encontró, lo cogió de la mano, lo llevó hasta el caballo y ambos montaron regresando a Bizkalla sin que ningún soldado castellano hiciese nada por detenerlos, pues se habían vuelto invisibles.

Desde entonces todas las entrañas de las bacas que se sacrificaban en la casa del señor de Bizkaia eran colocadas en una peña cómo ofrenda a la Dama del Amboto. Y se decía que, de no hacerlo, caería una desgracia sobre Don Diego López de Haro y sus descendientes, cómo asó ocurrió años más tarde, cuando un tataranieto de Don Diego dejó de hacer la ofrenda, y este perdió un ojo por no seguir la tradición.

El hombre de la Luna

Hace mucho tiempo, vivía un ladrón en Antzuola. No era un ladrón importante, robaba cosas pequeñas: una gallina por aquí, un par de conejos por allá, tomates, lechugas...

Una noche de invierno de ésas que hace mucho frío y el cielo está tan claro que se pueden cintar las estrellas una a una, el ladrón fue a robar algo de leña que un vecino del pueblo tenía apilada en el umbral de la casa. Aprovechando la oscuridad de la noche, el ladrón cogió la leña y se fue para su casa, contento porque no le había visto nadie. De repente se dio cuenta de que la Luna brillaba más que de costumbre, y que esta parecía estar siguiéndolo. Enfadado con ella le gritó:
 
   -No necesito de ti, ¿me oyes? ¡Lárgate!

Como la Luna seguía detras de el sin hacerle caso, el hmbre le volvió a gritar:

   -¡Que te largues! ¿Me oyes? ¡Vete!

La Luna seguía sin hacerle caso, así que el ladrón dejó la leña en el suelo y, cogiendo unas piedras del suelo, empezó a tirárselas a la Luna .

De pronto la Luna empezó a descender; bajó y bajó asta que estuvo cerca del hombre, que lo agarró con su cuerno  por la cintura y lo levantó, volviendo con el al cielo.

Desde entonces el ladrón está allí, y en noches de luna llena puede verse su cara perfectamente si observamos con atención.

La bruja ladrona

Cerca de Asteau (Gipuzkoa) vivían en un caserío un padre y sus tres hijos. Tenían un hermoso manzanal, pero desde hacia días notaban que por la noche les robaban las manzanas. Decidido a pillar al ladrón, el hermano mayor se quedó una noche haciendo guardia; pero se durmió, y al despertar se dio cuenta que les habían vuelto a robar. A la noche siguiente se quedó el segundo de los hermanos, dispuesto a no quedarse dormido, pero el sueño pudo a su voluntad, y al despertar, el ladrón ya había pasado. La tercera noche se quedó el hijo pequeño, a pesar de que su padre creía que era demasiado joven y podría correr peligro, y sus hermanos, habiendo visto que ellos no lo habían conseguido, se rieron de el, convencidos de que no lo lograría. Pero el joven insistió y, cogiendo una hoz, se sentó en la rama de unos de los manzanos la espera de que apareciese el ladrón. Al rato observó un bulto negro que asomaba por encima de la tapia, y ni corto ni perezoso le lanzó la hoz, y el bulto desapareció. Al amanecer, los tres hermanos fueron en busca de alguna pista, y encontraron una gran mano negra junto a la tapia, y un rastro de sangre. Siguieron este rastro hasta llegar a una gran losa, la levantaron, y vieron que había una sima profunda. Echaron a suertes quien bajaba, y le tocó a Peru, el más joven de los hermanos. Entre los dos hermanos le bajaron con una cuerda, y al llegar abajo se encontró con una doncella, que dijo ser una princesa a quien la bruja le había secuestrado. Peru le ato la cuerda para que sus hermanos la subieran, pero antes de dar la señal para que la subieran le pidió a la princesa un pedacito de cada una de las siete saya que llevaba puestas. Los hermanos subieron a la princesa, y luego decidieron que en caso de haber recompensa, era mejor repartirla entre dos que entre tres, y abandonaron al pequeño Peru en el fondo de la sima. Mientras tanto, la bruja apareció y montó en cólera al darse cuenta que habían dejado escapar a la princesa. -Así que la has ayudado a escapar,¿eh?. Pies te quedarás tú en su lugar Le dijo a Peru mientras le intentaba agarrar. Los dos entablaron una feroz lucha; unas veces parecía que ganaba una, otras que el otro. Finalmente Peru cogió la hoz que llevaba en el cinto y le cortó la lengua a la bruja. Después se colgó de su cuello y le dijo: -Sácame de aquí o te iré cortando en pedacitos. Y la bruja, volando, lo sacó de la sima. Una vez fuera de la sima, Peru se encaminó al pueblo de la princesa. Al llegar oyó decir que dos hermanos habían salvado a la princesa de las garras de la bruja, y que el mayor iba a casarse con ella. Peru cogió entonces una habitación en una posada y se pasó el día golpeando la ventana con un martillo se hierro. Cuando al día siguiente, el cortejo de la boda se dirigía a la celebración, Peru comprobó que, efectivamente, el novio era su hermano mayor. Entonces sacó la lengua de la bruja y dijo: -Mihari, mihari, hemen izan hadi. (Lengua, lengua, tan pronto como estés aquí estate allá) Y en eso se levantó un fuerte vendaval que obligó a todos a volver a sus casas. De nuevo Peru cogió el martillo y estuvo horas dando golpes en la ventana. El segundo día volvió a salir el cortejo para la celebración de la boda, pero Peru sacó de nuevo la lengua de la bruja y dijo las palabras mágicas, y de nuevo un vendaval impidió la celebración de la boda Al tercer día ocurrió lo mismo y el rey, sospechando que algo raro estaba pasando, envió a los soldado a averiguar la causa de tan extraño suceso. Al llegar a la posada, el posadero informó que había un cliente nuevo que se pasaba las noches golpeando con un martillo. Inmediatamente lo cogieron llevándolo ante el rey. Pero Peru se negó a responder cualquier pregunta, salvo en presencia de la princesa. El rey hizo llamar a su hija, y entonces Peru mostró los siete pedacitos de las sayas que la princesa le había dado. La princesa reconoció a su salvador, y los otros dos hermanos tuvieron que confesar la verdad, por lo que al final Peru se casó con la princesa y acabó siendo el rey de esa región.