Se dice que Mari, en uno de sus viajes desde Amboto hasta el Txindoki rodeada de sus fieles compañeros los Galtzagorris, notaron un extraño movimiento en el bosque. Se acercaron a ver que ocurría y vieron a un bebé que había sido abandonado a su suerte en plena maleza. Mari se compareció del bebé y mando a los Galtzagorris dejarlo en la puerta de un baserri, sabiendo que sus ocupantes se encargarían del pequeño y lo cuidarían muy bien-
Cada cierto tiempo se acercaba al baserri para comprobar como trataban al niño. Este creció fuerte y sano y le pusieron de nombre Olentzero.
Con los años se hizo un hombre y sus padres adoptivos, ya ancianos, murieron dejándolo solo. Conoció también a Mari Domingi, con la cual se casó.
Olentzero continuó con la profesión de carbonero y, llevando un día carbón al pueblo, vio que había una casa de niños huérfanos y se apiadó de ellos.
Cuando regresó a su casa se puso a construir, con la ayuda de Mari Domingi, juguetes y golosinas para todos esos niños del orfanato, y así llevarles un poco de alegría.
En una de las ocasiones en las que le llevaba los juguetes y las golosinas vio como una enorme columna de humo salía de las ventanas del edificio. Sin pensárselo ni un solo segundo se metió dentro y sacó a todos los niños; eran muchos, y cuando por fin consiguió sacar al último, se derrumbo desfallecido sobre el suelo, su corazón no pudo soportar tanto esfuerzo. Fue entonces cuando los vecinos del pueblo vieron una resplandeciente luz dentro del edificio; era Mari, que se acerco asta donde estaba Olentzero y lo revivió diciéndole:
"Por tu enorme generosidad y valentía, tu nunca morirás, y seguirás trayendo alegría a todos los niños. Tu nombre, Olentzero, será siempre sinónimo de bondad."
Tonto Olentzero como Mari Domingi agradecieron a Mari que le salvara, y desde entonces se celebra la fiesta en su nombre mientras ambos, Olentzero y Mari Domingi, reparten alegría a los niños.
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