sábado, 13 de diciembre de 2014

El hombre de la Luna

Hace mucho tiempo, vivía un ladrón en Antzuola. No era un ladrón importante, robaba cosas pequeñas: una gallina por aquí, un par de conejos por allá, tomates, lechugas...

Una noche de invierno de ésas que hace mucho frío y el cielo está tan claro que se pueden cintar las estrellas una a una, el ladrón fue a robar algo de leña que un vecino del pueblo tenía apilada en el umbral de la casa. Aprovechando la oscuridad de la noche, el ladrón cogió la leña y se fue para su casa, contento porque no le había visto nadie. De repente se dio cuenta de que la Luna brillaba más que de costumbre, y que esta parecía estar siguiéndolo. Enfadado con ella le gritó:
 
   -No necesito de ti, ¿me oyes? ¡Lárgate!

Como la Luna seguía detras de el sin hacerle caso, el hmbre le volvió a gritar:

   -¡Que te largues! ¿Me oyes? ¡Vete!

La Luna seguía sin hacerle caso, así que el ladrón dejó la leña en el suelo y, cogiendo unas piedras del suelo, empezó a tirárselas a la Luna .

De pronto la Luna empezó a descender; bajó y bajó asta que estuvo cerca del hombre, que lo agarró con su cuerno  por la cintura y lo levantó, volviendo con el al cielo.

Desde entonces el ladrón está allí, y en noches de luna llena puede verse su cara perfectamente si observamos con atención.

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