Cuentan las antiguas lenguas de la zona que para atravesar el río se valían tan solo de dos cuerdas, una para agarrar con las manos y otra más baja para el apoyo de los pies. Así pues en el barrio de Soravilla de Andoaín quisieron construir un puente. Las Sorginak, sabedoras de esto, le dijeron al albañil encargado de la construcción que ellas harían el puente en una sola noche, antes de que cantase el gallo, pues sabido es por todos que las Sorginak han de estar de vuelta a sus hogares antes del canto del gallo; pero a cambio este les debería entregar al primer nacido de su casa. El albañil acepto gustoso pensando en la vaca que tenía a punto de parir y diciéndose a sí mismo que un ternero a cambio del puente seria buen precio a pagar, mas no tardo en caer en la cuenta de que su mujer también estaba a punto de parir. Ante esto, el albañil fue a consultar con el sacerdote, quien tras escucharle le recomendó que llenara de agua un caldero y que ahí metiese un gallo. El albañil obedeció al cura, y el gallo cantó tan pronto se vio fuera del agua.
Al escuchar al gallo las Sorginak abandonaron su labor quedando el puente sin terminar a falta de una sola piedra. Estas se alejaron precipitadamente mientras gritaban bien alto:
-Ez garela eta bagarela; baina hamalau mila bagaituk. Labaiendik harria, eskuz esku.-
-Que no somos y si somos; pero catorcemil somos. De Labaien la piedra de mano en mano.-
Dicen que los intentos por colocar la última piedra son inutiles, pues se cae una y otra vez en cada intento.
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