sábado, 11 de octubre de 2014

Peio y los Galtzagorris

En Zarautz (Gipuzkua) vivía un hombre pobre como una rata, y con muy mala suerte, pues fracasaba en todo lo que emprendía: si plantaba tomates, llovía y se pudrían; si compraba una vaca, esta enfermaba y moría; la mujer con la que estaba prometido, le abandonó para casarse con otro... y así continuamente. Desesperado y sin saber que hacer para cambiar suerte, fue a visitar a una anciana que vivía a las afueras que , según decían en la zona, era bruja o poco le faltaba para serlo. Nuestro hombre le contó sus penas, y la anciana le recomendó ir al mercado de Baiona para comprar unos Galtzagorriak que le cambiarían su vida. El hombre (Peio), se dirigió a Baiona ese mismo día, y por media onza de oro pudo comprar un alfiletero con cuatro Galtzagorriak. El vendedor le recomendó que tuviera siempre ocupados a los pequeños, pues sin trabajo solían ser muy molestos. En cuanto llego a casa ya les ordenó que sembraran el campo, pero antes de que pudiera darse ni cuenta, los Galtzagorriak habían terminado el trabajo, y ya le rodeaban preguntando continuamente -¿Que quieres que hagamos ahora?- Entonces les ordenó podar los árboles, y en un pis-plas, podaron todos los manzanos -¿Que hacemos ahora?- Volvían a preguntar constantemente. Peio les ordenó arreglar el tejado, y también las paredes, abrir un pozo, cortarle leña, reunir al ganado, moler el trigo, ordeñar las vacas y hacer queso. Pero antes de acabar el día, los Galtzagorriak ya habían terminado con todos los trabajos del caserío, y seguían preguntándole a Peio que quería que hiciesen. Pero Peio no sabía que más encargarles, daba vueltas y vueltas al problema, pero nada se le ocurría. Entonces los cuatro Galtzagorriak empezaron a trabajar, pero al revés: sacaron todas las semillas que habían sembrado, colocaron de nuevo las ramas en los árboles, quitaron las tejas del tejado, taparon el pozo, juntaron la leña en troncos, dispersaron el ganado, se bebieron la leche y se comieron el queso. Peio estaba desesperado sin saber como detenerlos hasta que finalmente los llamó: -¡Eh! Ahora quiero que me traigáis agua en esto. - Les ordenó, dándoles un cedazo para pasar la harina. Los Galtzagorriak lo intentaron una y otra vez, pero el agua se les escapaba por los agujeros del cedazo. Entonces fueron donde Peio y le dijeron: -Nos has ordenado algo imposible de hacer, por lo tanto nos vamos, y no nos volverás a ver. Dicho lo cual desaparecieron. Peio llegó a la conclusión de que era mejor seguir con su mala suerte, a tener que estar dando órdenes toda su vida.

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