Existía un Gentil llamado Jokke que el pobre era muy fe pero de buen corazón. Tan feo era, que se ocultaba en el bosque para no asustar con su presencia a los humanos. Su cabeza era enorme , sus manos como palmas abiertas y sus grandes pies tropezaban constantemente con los arboles y las rocas. A causa de su ocultamiento Jokke no tenía amigos, y así pasaba los días, solo y triste.
En una ocasión un anciano ciego se perdió en el bosque y, cansado de caminar entre las tinieblas, se sentó en una roca a descansar, totalmente desfallecido. Casualmente pasaba por ahí Jokke, que escuchó los lamentos del anciano y raudo se acercó. Al ver que el anciano no le temía por su fiero aspecto, Jokke se decidió a ayudarle alzándole en brazos y llevándolo asta el límite del bosque. Una vez allí se toparon con toda la gente del pueblo que andaban buscando al anciano, y al ver que el Gentil lo traía sano y salvo corrieron alegres a su encuentro.
Jokke no salía de su asombro al ver que tanta gente le recibía alegremente sin importarles para nada su fealdad. A partir de este día Jokke se acercaba con frecuencia al pueblo para visitar al anciano ciego y llevaba leña y fruta para sus nuevos amigos. Los aldeanos empezaron a apreciar mucho a este amigable gigante, y Jokke hizo muchas cosas buenas por las gentes de ese pueblo: con su gran fuerza construyó un gran puente que permitía a estas gentes cruzar a una isla cercana para recolectar frutas, rotuló la tierra para que así pudiesen sembrarla y estaba siempre bien alerta para alludar en todo lo que pudiese.
Una noche, los aldeanos vieron las huellas de un enorme oso pardo y, asustados por lo que pudiese ocurrir, pidieron ayuda a Jokke. Este aceptó y montó guardia durante la noche hasta que se encontró con el enorme oso, el cual atacó al Gentil. Ambos se enzarzaron en una lucha sin cuartel donde el oso desgarraba la piel de Jokke en cada zarpazo, por lo que cada vez se encontraba más debilitado nuestro amigable Gentil; pero en una de estas, Jokke consiguió agarrarlo por el cuello y ahogarlo, acabando así con la amenaza de la aldea. Pero pagó cara su valentía, pues al momento perdió la vida.
Amaiur quiso que este gran gesto no fuese olvidado nunca, así que donde el Gentil fue sepultado hizo crecer un Árbol que fuese como Jokke: enorme y con grandes cualidades.
Es así como nació el Abeto, su madera blanca y maleable permite su empleo en la construcción, de sus arrugas en el tronco se saca un bálsamo cicatrizante, que tomándolo en infusión cura la gripe y los catarros, siendo también desinfectante y antirreumático.
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