Cuentan como el ser humano no tenía la propiedad del trigo pues no tenían conocimientos de agricultura, y se dice que los Basajaun si poseían estos conocimientos, y que guardaban grandes cantidades de trigo en sus cuevas. Había un muchacho muy avispado al que conocían en la zona por Mantin Txiki o Martiniko que se propuso apropiarse estos conocimientos a los Basajaun; así pues se calzó una albarcas mucho más grandes que su pie y se dirigió a donde los Basajaun guardaban el trigo a proponerles un reto:
- A que salto de un montículo de trigo a otro y llego sin problemas. - Les propuso Martiniko
- Imposible. - Rieron los Basajaun
Que si, que no.... que si, que no, y Martiniko saltó cayendo entre dos montículos. Cabizbajo se marchó entre las risas de los Basajaun, que no se percataron de que lo que estaba haciendo Martiniko era llevarse unos cuantos granos de trigo dentro de sus enormes albarcas.
Ahora los humanos ya tenían el trigo, pero desconocían en que momento lo tenían que sembrar, así que Martinico fue de nuevo donde los Basajaun, y escondido escucho como estos cantaban:
"Si los hombres supieran esta canción,
bien se aprovecharían de ella:
Al brotar la hoja, siembra el maíz
al caer la hoja siembra el trigo
por San Lorenzo siempre es el nabo."
Ahora ya tenían el trigo y sabían como sembrarlo, pero estos no eran los únicos conocimientos que poseían los Basajaun pues también inventaron la sierra, y Martiniko quería conocer también ese secreto. Así pues Martiniko partió de nuevo a encontrarse con los Basajaun sin saber muy bien aun como se las iba a ingeniar para arrevatarles el secreto de la sierra así que, cuando se encontró con ellos tubo que improvisar:
- ¿Sabéis una cosa? - Les dijo Martin Txiki - Ya se como construir una sierra.
Los Basajaun se sorprendieron y uno de ellos le contestó:
- ¡Ah! Te has fijado en la forma que tiene el filo de la hoja de los castaños.
Martiniko pensó "Tate" y, dando las gracias por todo, marchó presuroso a la herrería a construir una sierra, dándole al filo la forma de las hojas de los castaños.
Los Basajaun se enfurecieron muchísimo por este engaño y bajaron a la aldea, se presentaron en la herrería y, agarrando la sierra contra el yunque, le dieron un gigantesco golpe a la altura del filo para romperla, dejando los dientes de la sierra uno para un lado y el siguiente para el otro; pero en vez de romperla, lo que consiguieron sin quererlo fue una nueva sierra mucho más eficaz.
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