viernes, 21 de noviembre de 2014
La Lamia Golosa
En un caserío de Larraki, en Zuberoa, vivía un matrimonio de cierta edad. El marido se
iba ala cama temprano, mientras que la mujer se quedaba hasta más tarde hilando firu-firu. Pero
desde hacía algún tiempo, todas las noches a lo misma hora, una mujer pequeña y peluda bajaba
por la chimenea, y no se iba hasta que hubiera terminado todos los restos de la cena. En cuanto
aparecía, la extraña mujer decía:
-Txitxi ta papa, papa bustia? (Carne y pan, ¿el pan untado?)
Y la etxekoandre calentaba la grasa sobrante en la sartén y se la daba a la desconocida, que se la
comía con grandes muestras de alegría. Así transcurrieron varias semanas, hasta que la casera, al
ver que la extraña mujer, seguía apareciendo noche tras noche, le contó a su marido lo que
ocurría.
-¿Y tú le das de comer todas las noches?
-Claro, ¿que voy a hacer si no?
-Bueno, esta noche me quedaré yo en tu lugar, y veremos si se trata de una Bruja o de una
Lamia.- Dijo entonces el marido. -Me pondré tu chal y tu pañuelo en la cabeza, y así creerá
que yo soy tú.
Llegando la noche, el casero se puso a hilar en el lugar de su mujer. A la misma hora de siempre
oyó un gran ruido en la chimenea, y poco después apareció la desconocida.
-Txitxi ta papa, papa bustia?- preguntó como de costumbre.
El hombre hizo como si no la escuchara y continuó hilando con gran alegría.
-Esta noche trabajas con muchos ánimos.- Le dijo la Lamia peluda.
-Sí.- Respondió él.
Y el hombre prosiguió su trabajo mientras la miraba con el rabillo del ojo. Nada más verla, se
había percatado de que se trataba de una Lamia, y que tenía que echarle de ahí lo antes posible.
La Lamia lo observó con mucha atención.
-Hoy pareces distinta etxekoandre. ¿Cómo te llamas?- pregunto al cabo de un rato.
-Yoamimísma- respondió el hombre.
-¡¿Yoamimísma?!- exclamó la Lamia.- extraño nombre. Y... txitxi ta papa, papa bustia?
Cuando la sartén estaba caliente y la grasa hervía, el hombre la agarró por el mango y le tiró la
grasa en plena cara. La Lamia grito y desapareció chimenea arriba. Una vez fuera de la casa
comenzó a llamar a sus compañeras, que llegaron a cientos desde todos los lugares de Iparralde y,
al verla en tal estado, le preguntaron quién le había hecho eso, a lo que ella contesto:
-Yoamimísma
-Pues si te lo has hecho tú a ti misma- le respondieron las demás -¡Aguántate y no nos
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molestes!
Y en el mismo instante las Lamias desaparecieron en la noche.
La golosa salió bien escarmentada, y nunca más volvió a molestar a nadie pidiéndole: “Papa
bistia”.
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