domingo, 25 de enero de 2015

El Basilisco del pozo

Cerca de Martioda, Álava, existió un poblado llamado Urrialdo que hace muchos años estaba muy poblado y se trataba de un lugar muy próspero y rico. Pero un día ocurrió algo que acabaría con toda la alegría se sus habitantes. Una serpiente robó un huevo a una gallina y se lo llevo a empollar en un pozo que estaba cerca. Llegado el momento, el huevo se rompió, y de el salio un monstruo del tamaño de un gato, su cabeza era como la de una gallina con dientes en el pico, pero su cuerpo era de serpiente con alas llenas de espinas y una cola tan puntiaguda que parecía una lanza. Se trataba de el Basilisco, y era el animal más terrible que ha podido existir, cuyas armas eran sus ojos y sus dientes. Su mirada era tan mortal que hacia que las plantas se marchitasen, que los arboles se secasen y los pájaros cayesen en seco en pleno vuelo. La única planta capaz de resistir la mirada del Basilisco es la “hierba de gracia” (Boskoitza), que ademas cura las heridas causadas por los dientes de este. Y solo hay dos animales que puedan vencerlo: el gallo y la comadreja. El Basilisco apareció un día en el pozo, enroscado en un tronco que había sobre el agua. Ds mujeres que se acercaban para lavar la ropa lo vieron. -¿Que es eso que hay sobre el pozo?- preguntó una. -No se, yo diría que es un gallo.- respondió la otra- -¿Pero como va a ser un gallo en medio del agua?¿Dónde has visto cosa igual? En lo que discutían, el Basilisco clavó la mirada en las dos mujeres y murieron casi al instante. Justo después el monstruo desapareció. Nadie podía explicarse esas dos muertes. Fueron ocurriendo más muertes misteriosas cerca de aquel pozo, y el pánico se fue apoderando de lxs habitantes de Urrialdo. Un día decidieron mandar al pozo a alguien para vigilar.Aún no había amanecido y el joven se subió a un árbol y esperó, oculto entre las ramas. Cerca del mediodía, vio un carruaje que se acercaba por el camino del pozo. Los viajeros contemplaban el paisaje y hacían comentarios sobre las casas. En eso, se fijaron en el lago y al instante, emergiendo entre las aguas, apareció el basilisco. Su mirada se clavó en el carruaje y, antes de que el mozo que estaba en el árbol pudiera darse cuenta de lo que ocurría, el vehículo y sus ocupantes desaparecieron. Martín se quedó con la boca abierta del asombro, se frotó los ojos creyendo que estaba soñando, miró de nuevo al lago..., pero el basilisco había desaparecido. Al enterarse de lo ocurrido, todos los habitantes de Urrialdo comenzaron a temblar de miedo. No sabían cómo luchar contra un ser tan poderoso y decidieron marcharse del pueblo, porque lo más importante era seguir vivos. Sólo unos pocos se atrevieron a quedarse allí. Pero el tiempo pasaba, las casas abandonadas iban cayéndose de viejas y los que habían decidido quedarse eran cada día más pobres, porque tenían miedo a salir y encontrarse con el basilisco, y tampoco se atrevían a utilizar el agua del pozo. Los animales andaban sueltos, tratando de encontrar comida porque sus dueños ya no se ocupaban de ellos. Cuando se acercaban al pozo para beber, aparecía el basilisco y los mataba con la mirada. Un día, un viejo gallo al que casi ya no le quedaban plumas, se acercó al pozo. El basilisco apareció y se lo quedó mirando, pero su mirada nada podía contra el viejo gallo, que también lo miró, y así estuvieron durante un buen rato. Creyendo el gallo que aquel otro había ido a quitarle el puesto de jefe en el gallinero, cogió aire, hinchó el pecho y cantó tan fuerte como cuando era joven. El basilisco se convirtió en estatua de piedra, se rompió en varios cachos y se hundió en el agua. Nunca más se ha visto un basilisco en la región, pero los habitantes que se habían marchado no regresaron, y el pueblo de Urrialdo no volvió a conocer la prosperidad que una vez tuvo.

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