miércoles, 14 de enero de 2015
La Lamia de Gujuli
Cuenta la leyenda que en Gujuli vivía una lamia muy coqueta, y que se pasaba horas y horas peinándose la larga melena con su peine de oro y mirándose en un espejo mágico que poseía, el cual tenía el poder de conceder cualquier deseo a aquel que lo poseyese. Un día un pastor, de nombre Urjauzi, observó a la Lamia y quedó fascinado por los poderes del espejo, así que en un descuido de la Lamia, le robó el espejo. Al principio la Lamia pensó que lo había perdido y se pasó varios día buscándolo en los hilos de agua. Desesperada por no encontrarlo se fue al pueblo a preguntar si alguien lo había visto y, al pasar al lado de un baserri, pudo alcanzar a ver el característico brillo de su espejo por una de las ventanas. Rápidamente localizó al ladrón en un pequeño arroyo cerca de la iglesia, al que se acerco y le dijo:
- Se que tienes mi peine. Si me lo devuelves te recompensaré con el tesoro más valioso que Mari puede entregarle a una Lamia.
El pastor, imaginándose una montaña toda entera de oro, accedió a entregárselo. La Lamia le preguntó al pastor cual era su nombre, a lo que este le contesto “Urjuazi”; y en ese instante la Lamia lo convirtió en cascada como castigo por el robo, que es el significado del nombre del pastor. El pastor, al ver como se desvanecía en el agua, cuestionó la palabra de la Lamia, pero ésta le contestó:
- Una cascada, es el tesoro mas valioso que Mari puede entregarle a una lamia. A ti te he convertido en cascada, para escarmiento de ladrones, y para que veas que no he faltado a mi palabra, te cuidaré porque ahora formas parte de mis dominios, y caerás por siempre desde lo alto del monte.
Y aun sigue ahí el pastor Urjuazi, convertido en cascada, apenas un hilillo de agua en verano, pero un especacular salto de agua cuando las aguas del deshielo llenan los ríos de Euskal Herria.
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